Cristina Rovelo Martínez
¿Qué tienen en común los clientes a los que visitamos? Lo primero es su convivencia (que llega a ser diaria) con el tipo de cambio* y lo segundo, que no podemos irnos de la reunión sin que nos hayan lanzado la siguiente pregunta: “… ¿Y cómo ven ustedes el tipo de cambio?”.
Hemos llegado a enfrascarnos en un arduo debate sobre lo que ya pasó, está pasando y consideramos que puede pasar en relación al mercado. Esto incluye un intercambio de información que abarca lo económico (nacional e internacional), lo político y lo social, donde lo calendarizado y no calendarizado constituyen ingredientes para llegar a un “acuerdo” sobre dónde va a estar el tipo de cambio.
Lo curioso es que, en la mayoría de las ocasiones, el tipo de cambio no se encuentra en donde les gustaría a nuestros clientes: O está muy “caro” para comprar dólares o está muy “barato” para venderlos.
¿Qué es barato y qué es caro? Sin temor a equivocarnos, podemos observar una gráfica histórica del tipo de cambio y con un golpe de vista señalar cuáles son los niveles mínimos y máximos. Pero, ¿realmente estamos contestando a la pregunta? He aquí una situación:
Imaginemos una empresa que ha encontrado un excelente proveedor en China; sin embargo, el factor de “estrés cambiario” lo constituye que a dicho proveedor le tiene que pagar en dólares y ¡uh!, ¡oh!, de sus clientes no recibe otra moneda que no sean pesos mexicanos. El día de hoy registra la importación de un contenedor que costeará en 19 pesos y cuyo pago está programado para dentro de 45 días. El tesorero habla a Banco BASE para preguntar en cuánto estamos vendiendo los dólares en ese momento y le comentan que el dólar está en 18 pesos con 80 centavos.
El mejor de los casos es que cuente con la liquidez suficiente que le permita salir a comprar los dólares y dejarlos guardaditos en una cuenta que no le dará premio alguno por acumular dicho saldo. El peor de los casos es que tenga que cruzar los dedos durante 45 días para que el mercado no se sitúe por encima de 19 dólares, cantidad con la que ha costeado.
Comienzan a pasar los días, y como nuestro tesorero tiene otras responsabilidades en la cabeza, de reojo va revisando el tipo de cambio: A los 15 días, el mercado está en 19 pesos con 20; a los 30 días el peso gana terreno y está en 18 pesos con 99 centavos; a los 44 días, producto de nerviosismo en el mercado y apetito por el dólar, el tipo de cambio llega a 19 pesos y 60 centavos (“¡Qué bueno que no me toca pagar hoy!”, piensa nuestro tesorero, esperando que, al día siguiente, la cotización esté mejor). Por fin llega el día 45 y el tipo de cambio está en 19 pesos con 35 centavos. Nuestro tesorero respira aliviado porque el mercado se bajó, el dólar está más barato. Compra los dólares y manda el pago directo y sin escalas a China.
La pregunta es, ¿realmente el mercado estuvo barato? Cuando se trata de las operaciones cambiarias de una tesorería, la única manera de evaluar si el tipo de cambio estuvo caro o barato es revisando si se situó por debajo o por encima del costeo. Pese a que nuestro tesorero no compró los dólares en el pico de las cotizaciones de esos 45 días (19 pesos y 60 centavos), al liquidarlos en 19 pesos y 35 centavos, cuando su costeo estaba en 19 pesos, comprometió parte de su utilidad para poder cubrir esos 35 centavos adicionales que pagó por los dólares.
No queremos que la empresa pierda dinero por una variable totalmente ajena a tu control, y si no tienes la oportunidad de experimentar el “mejor de los casos” e ir realizando una provisión de dólares, no tienes que estresarte, contamos con instrumentos derivados que, bien ejecutados, te ayudarán a asegurar que la utilidad de la empresa no se vea mermada producto de un movimiento cambiario.
*A lo largo del artículo, al hablar sobre “tipo de cambio”, la autora se refiere a la paridad USDMXN.